En la lista, elaborada por FUNAM (Córdoba) figuran industrias lácteas, petroquímicas,
farmacéuticas, molineras, embotelladoras de gaseosas,
fabricantes de detergentes, cervecerías, curtiembres,
papeleras, y frigoríficos.
El
80 % de la contaminación del agua existente en el Riachuelo,
uno de los ríos más contaminados de Argentina, proviene de
19 empresas que vuelcan sus efluentes directamente en este
curso de agua. Así lo reveló un estudio oficial realizado
por el Comité Ejecutor del Plan de Gestión Ambiental
y de Manejo de la Cuenca Matanza-Riachuelo.
Entre las
empresas que figuran en la lista oficial están:
Bieckert,
Curtiembre Angel Giordano, Frigorífico Las Heras, Curtiembre
Urcivoli, Frigorífico Rasic, Curtiembre All Leather,
Industrias Lácteas Danone, Curtiembre Donikian, Detergentes
Sulfarger y Curtiembre Luppi Hermanos.
El informe
advirtió además que los desechos arrojados a la Cuenca
Matanza- Riachuelo, son sustancias altamente tóxicas y
cancerígenas como cromo, DDT, mercurio, plomo, cobre y zinc,
entre otras.
La grave contaminación existente, además de
colapsar el ecosistema acuático del Riachuelo, pone en
riesgo la salud de 3.500.000 habitantes.
El río con una
extensión de 64 kilómetros, cruza la Capital, 8 partidos
del Gran Buenos Aires (Almirante Brown, Avellaneda, Esteban
Echeverría, Ezeiza, Merlo, La Matanza, Lanús, Lomas de
Zamora) y otros 4 partidos del resto de la provincia
(Cañuelas, Las Heras, Marcos Paz y San Vicente) (1).
La compañía que encabeza
la lista de las empresas más contaminantes del Riachuelo, es
Sadesa. El estudio indica que la firma arroja a este curso de
agua 3.549 kilogramos de residuos por día (cueros
semiterminados). Por su parte la segunda industria más
contaminantes es el Frigorífico Coto con 1.683 kilogramos de
residuos por día, en tanto que la empresa Molinos Río
de la Plata, propiedad del grupo megaempresario Pérez
Companc, aparece sexta en la lista negra con 1.242 kilogramos
de residuos al día (1). Esta alarmante situación se agrava
si se tiene en cuenta que el 55 % de los pobladores de la
cuenca no tiene cloacas, mientras que un 35 % carece de agua
potable. Además el 93 % de los que viven en villas de
emergencia están al borde del Riachuelo con una población
que crece a una tasa del 7 % anual.
Es importante recordar
que en 1867 la contaminación del Riachuelo favoreció la
epidemia de cólera que dejó un saldo de 6.000 muertos (1).
Lo
inédito y trágico es que el Riachuelo fue uno de los
primeros ríos que se contaminó a gran escala en Argentina,
y que su degradación no ha cesado desde hace casi 200 años.
Resume así el desprecio por la vida de sucesivas empresas
que lo utilizaron como cloaca abierta y la incapacidad del
estado para evitarlo.
En febrero de 1871, el Diario La
Nación describió al Riachuelo como “una inmensa capa
de materia de putrefacción. Su corriente no tiene ni el
color del agua. Unas veces sangrienta, otras verde y espesa,
parece un torrente de pus. Hasta cuándo inspiraremos el
aliento y beberemos la podredumbre de ese gran cadáver
tenido a espaldas de nuestra ciudad?” (2) (3).
El
Biólogo Raúl Montenegro, Presidente de FUNAM, indicó que
el Riachuelo:
“plantea un doble y problemático desafío.
Por una parte el estado debe enfrentar con decisión la
irresponsabilidad de empresas que lo siguen envenenando con
metales pesados y compuestos orgánicos de todo tipo. Por
otra parte ese mismo estado debe asumir que los sedimentos
del Riachuelo tienen una carga contaminante quizás sin
precedentes en el país. Lo más justo y razonable sería que
todas las empresas contaminadoras, además de adecuar sus
efluentes, aportaran a un superfondo de restitución.
Fábricas y empresarios se beneficiaron económicamente
durante años cargándole al Riachuelo y a la sociedad los
residuos que ellos no trataban. Esta es una forma simple y
despreciable de obtener ganancias. Hoy el Riachuelo moribundo
y la sociedad están diciendo un ‘no va más’ por
ahora tímido. Pero si las empresas y el estado no asumen
claramente su compromiso, ese clamor podría transformarse en
acciones judiciales y movilizaciones como las que hoy vive
Ingeniero White en Bahía Blanca. ¿Qué ocurrirá primero?.
¿La reacción sensata de fábricas y gobierno?. ¿O la
movilización de ciudadanos ya cansados de pagar con su salud
y su ambiente los beneficios empresariales?. El tiempo, un
tiempo cada vez más exiguo, lo dirá”.
Fuentes:
FUNAM (Córdoba), enero de 2001;(1) Foco de la Semana (Buenos
Aires), diciembre de 2000; (2) G. C. Levene, Buenos Aires
(1967) y (3) R. A. Montenegro, Córdoba (1991).
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